domingo, 19 de mayo de 2013

El don de Sabiduría

El don de la sabiduría es el primero en la enumeración de los siete dones. El sustantivo "sabiduría" y los adjetivos "sabio" y sus sinónimos son los términos más cotizados en la Biblia. Todo un libro bíblico se titula Sabiduría o Sabiduría de Salomón y forma parte de una serie de libros denominados sapienciales (Job, Proverbios, Qohélet, Sirácida, Salmos y Cantar de los Cantares).

Es el don de verlo todo con los ojos de Dios, con su mirada, de verlo todo desde arriba. Es el don de ver los acontecimientos y las situaciones como los ve Jesús crucificado y resucitado, desde lo alto de la cruz y desde la gloria de la resurrección. Se trata de verlos desde lo alto y desde el centro. No por una inteligencia particular o una luz intelectual, sino por instinto divino, por connaturalidad.

Vemos como por instinto divino porque estamos en Jesús que está en el centro, y estamos en Dios que está por encima de todo.

El conocimiento por connaturalidad, por consiguiente, se compara con el gusto y se llama "sabiduría" -que significa precisamente sabor, algo que tiene sabor, algo que se gusta-, y lo experimentamos cuando notamos que una decisión, una toma de posición, una opción es o no según el reino de Dios, pero lo notamos por instinto sobrenatural. Así como siento que un alimento es dulce o salado no por razonamiento, no por el análisis químico de los componentes de la sal o del azúcar, sino por la sintonía entre lo dulce, lo salado y las papilas gustativas; así análogamente el cristiano movido por el Espíritu percibe que alguna cosa es o no es según el plan de Dios, qué es correcto o incorrecto, qué es conforme o no conforme con el Evangelio. Lo percibe más con el corazón que con la mente y, por consiguiente, este don está ligado a la caridad, al amor más que a la inteligencia. Es la inteligencia del amor, del corazón.


Podríamos decir que la sabiduría es una penetración amorosa que percibe el sabor de los misterios de Dios; del Misterio Trinitario, del misterio de la cruz, de los misterios del Reino, del misterio de la historia.


Jesús es sumamente sabio porque en Él todo se cumple, todo llega a la perfección, en Él todo se desvela. La sabiduría de Jesús es su capacidad de abarcar todo el misterio de Dios como uno que está dentro de Él y que lo ve en su globalidad, de abarcar todo el misterio de la historia como uno que está en el origen de la historia y por encima de la historia. Es el conocimiento del misterio de Dios arraigado en la Trinidad de la cual forma parte y de la cual expresa la realidad.

De la sabiduría de Jesús, que todo lo conoce, nace la sabiduría del cristiano como participación de la de Jesús. Es el don de ver las cosas como las ve Jesús, de ver las cosas como el Señor las escruta desde lo alto, es el don de ver la relación de todas las cosas con el misterio de la Trinidad. María ha sido la mujer que más ha tenido ese don. Ella es sabia en la forma más alta permitida a la humanidad. Así como la sabiduría de María es participación de la de Jesús, así también lo es la sabiduría del cristiano.

Esta sabiduría de Dios participada al cristiano es, en realidad, la sabiduría de la cruz. Ella distingue claramente la sabiduría de Dios y del cristiano de todas las sabidurías de este mundo, que se basan en la eficiencia, en el resultado, en el éxito, en el dinero, en el poder. Al contemplar la cruz de Jesús, en cambio, el cristiano descubre que el Reino de Dios pasa a través de la humildad, la insignificancia, las adversidades, y también a través de la cruz y de la muerte. Captar el misterio de Dios en las contrariedades, en la pobreza, en el rostro de Jesús crucificado significa poseer la sabiduría del cristiano. Por consiguiente, comprender la cruz es comprender la vida, es comprender la existencia humana y comprendernos a nosotros mismos.

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Adaptado de:
"Los dones del Espíritu Santo". Ejercicios espirituales para el pueblo. 
Carlo María Martini. Ed. San Pablo. Bogotá, 2008. 62 p.


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